Historia de superación en la comarca Ngöbe Buglé
Sin carreteras ni puentes, cuando no había energía eléctrica, un colegio cercano, los años académicos de los jóvenes antes de la década del 2000, fue todo un reto y desafío.
Levantarse a las tres de la mañana,
Esperar un taza de café, un pedazo de yuca o guineo. A veces no había nada que desayunar para emprender largas caminatas entre estrechos caminos con dirección al colegio. La linterna era indispensable y por suerte un compañero para hacer el viaje más ligero.
Después de varias horas de camino antes de llegar al colegio, era necesario limpiar las botas, los zapatos lleno de polvo en la estación seca, y de lodo en la estación lluviosa; y por fin empezar otra jornada académica.
Los recesos, para hablar, no había dinero para comprar víveres.
Al terminar la jornada escolar, comenzaba otra travesía pero esta vez bajo el sol abrazador y la lluvia intensa.
Lo anterior escrito no era para nada complicado sabiendo que:
✅Tenían que cruzar ríos caudalosos, y esperar que las quebradas desbordadas
Volvieran a su cauce.
✅Evitar que los cuadernos se mojaran durante un torrencial aguacero.
✅Hacer la tarea antes de la noche, o con una guaricha (linternas a base de queroseno)
✅Algunos, repetir la misma camisa, lavarlo y esperar el secado.
✅Recibir poca motivación de algunos padres o acudiente.
✅ Estar expuesto a la picadura de serpientes.
✅ Los fines de semana era para labores del campo.
✅Viajar a un pueblo distante para seguir los estudios superiores.
Cada profesional que haya estudiado antes de la década del año 2000, tiene una historia motivadora para contar, alguna más dramática que otra, pero si algo que deberíamos resaltar es que, todos superaron los retos, lo cual hoy nuestros alumnos millenials desconocen.
Si comparamos las vivencias académicas de los jóvenes de antaño con los actuales, podemos concluir que ahora no debería haber excusas para estudiar, para superarse e ir por aquellos sueños y hacerlo posible.
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